Paso lento, cada vez más lento y encorvado, los rayos del sol te traspasaban al cruzar por la mirada, como si tu cuerpo fuese tan leve que ya no perteneciera a este mundo.
Silabario de San Miguel, regla, boina y librito, oscuro rincón de la tarde donde te sentabas a balbucear del tiempo su huracan de piedra.
Pan de dulce, café instantaneo, la mano temblorosa labrada en sombras, venas azulisimas y duras, cuerdas de cuero pintado. La orografia de tu brazo, la cicatriz del agua hirviendo.
Al mirar tu brazo aprendia que la piel del hombre es suave y permanente, que pequeños rincones nombran a cada uno de sus amos y las mujeres dejan heridas, los hijos, el trabajo, el dinero, hasta los granos de tierra que cargamos en el bolsillo.
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