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Mostrando las entradas de enero, 2011
La ropa de los pobres Del color que se desgasta con los años, es vieja foto de familia: madre con trenzas, padre barbado, un hermano pequeño con el vientre redondo y los labios partidos. Cruje el paisaje nubloso por químicos vetustos, imposible ya de separar del cuaderno de recortes. En la estación del metro el hombre en la escalera se derrumba por el sueño. Los pantalones de un verde claro que lavó el sol durante años sin baúles ni desvanes. Un blanco amarillento la camisa, de enfermedad respiratoria, orín o llanto. Trayecto de manos excavadas contra piedra y cloro y agua hirviendo. Zapatos tinta fuerte de un azul como cielo en la mañana más triste de la infancia; un azul de ojos antiguos; un azul agujerado y pálido como un recuerdo adolescente.
Triste lujuria de los casados infieles, de ancianos hidrópicos, de adolescentes sin gracia. Calles oscuras, luz mercurial, ruido de borrachos y perros. Cuartos húmedos y ceniceros de estaño, gasas de humo que sobre camas gravitan. Buscar sentido, enamorarse un segundo, un destello a medianoche como la luz de un monitor o de un cigarro, palabras arrancadas de canciones añejas. La banca de una plaza pública y la piedra que se arroja al río. Lo exquisito irreparable y fijo, la mano, el labio, el sexo que se ansía llevar a la boca. Pero todos leímos el mismo libro y conocemos el final del cuento.
Después la guerra – palabra de algún filósofo importante- no queda nada para el hombre. Días que despierto con este pensamiento, cansado de los niños y los árboles. Tender la cama, sacar la basura, café instantáneo, huevos a la mexicana. Toda luz es amarilla, todo cielo, toda montaña. Uno tiene que sacar poesía de estas cosas, salir a tiempo, buscar en el camino monedas en la acera.

Sputnik #12 Diciembre 1978

Un Sobornado - Robert Rozhdestvensky “Todos los escritores sovieticos están sobornados”. -Así escriben a veces de nosotros en el Occidente. Estoy cabalmente sobornado. Sobornado. Sin remisión. En sueños y en la realidad. Aseguran los sovietólogos: “Se ha acabado...” Y sonríen los amigos: “Pues, mirad” Me han sobornado los hielos de Kronstadt azul turquí y el comandante letón con su lento hablar... Me han sobornado los comisarios de la guerra civil y las aguas plomizas de Sivash, el funesto mar... Y la nieve blanca también me ha sobornado, el Irtysh, la buena calma de preguerra, la sangre de los que se han ofrendado, cada gota de sangre de los caídos por nuestra tierra... Me ha sobornado una hoguera que me dio plenitud y a lo inesperado me ha dado la llave... Los colores bravíos de jojiloma, el té de Bakú, y los tranquilos mozos de la fabrica de tractores de Cheliábinsk... Me sobornaban la noche -hasta más no poder-, la carlinga de helicoptero y la cubierta vacilante de un barco... Y un